La Comisión Europea lleva a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por incumplir la Directiva 2002/91/CE relativa a la eficiencia energética de los edificios
Desde Bruselas indican que únicamente se aplica el método de ahorro energético a los edificios nuevos y a los edificios existentes que sufran una renovación importante. Por parte del Ejecutivo Comunitario exige que se establezcan métodos eficientes y se creen certificados para todo tipo de edificios.
El sector que mayor consumo de energía presenta, llegando a un 40%, es el de la edificación mientras que otros tales como el transporte no supera el 32% y la industria un 28%. Y es por ello que se encuentra en el punto de mira, ya que es tarea difícil poder cumplir los objetivos previstos en materia de ahorro de energía, emisiones de CO2 o reservas de combustibles.
Pero debido a la deceleración del mercado inmobiliario y en previsión de que no se volverá a llegar a los ritmos de crecimiento en obra nueva de años anteriores, es imprescindible centrarse en las edificaciones existentes y centrar las mejoras en eficiencia energética en éstas.
La revisión del Código Técnico de la Edificación contemplada por el Gobierno en el Plan de Acción 2008-2012 ya prevé que el potencial de ahorro en edificios rehabilitados pueda llegar al 50%, unas cifras que sumadas a la aplicación de los criterios que marca el CTE para obra nueva permitirán a España cumplir con los compromisos medioambientales adquiridos.
Actualmente, el método más rentable que existe para mejorar la eficiencia energética, hacer frente al cambio climático, la dependencia energética y el fomento de la competitividad económica, es el aislamiento ya que alrededor de la mitad de energía que gastamos en nuestras viviendas la utilizamos para mantener la temperatura óptima en cada estación, siendo la calefacción y el aire acondicionado el mayor gasto de nuestra factura energética mientras que con la utilización de materiales de aislamiento térmico podríamos mantener la temperatura de nuestro hogar de una forma mucho más eficiente y con mucho menor gasto de energía.
Del mismo modo que no dudaríamos en cambiar un vehículo que consume mucho combustible, una caldera antigua o unas ventanas de madera por otras que no dejen pasar el frío, debemos plantearnos cómo preparar nuestras viviendas para que no sea necesario un despilfarro de calefacción o de aire acondicionado para que nuestra calidad de vida no se vea alterada.
Estudios recientes revelan que las políticas energéticas que apuestan por la mejora de la envolvente térmica de los edificios son las de menos coste para un mismo beneficio objetivo. Calculadora en mano, los datos avalan estas teorías; la renovación de una caldera mejorará sin duda la eficiencia energética de nuestra vivienda, pero el retorno de la inversión no se producirá hasta los 14 años de su instalación. El cambio de ventanas tiene un retorno medio de la inversión (en ahorro en climatización) de 38 años, mientras que el cambio del suelo necesitará 12 años para amortizar el desembolso efectuado. Nada que ver con los aislantes, que presentan unos periodos medios de amortización de 4 años. Durante la vida útil de las superficies aisladas, obtendremos un beneficio estimado de 7 euros por cada uno invertido y, como beneficio añadido, los costes por tonelada ahorrada de CO2 serán los más bajos.